
Fumaba sin tragarme el humo, curioseándote osadamente, como una niña que está aprendiendo a ser chica mala.
Y fui yo quien te besó primero, con la precipitación de quien quiere atajar por reserva.
Mi corazón vibraba a piel suave con la caricia justa, mientras te gemía al oído que nunca podría quererte.
Te secuestré el corazón y no conseguiste pagar el rescate, sobreactué.
Hacía como que no me dolía, y tú enloqueciste dentro de mi portentosa maraña de contradicciones.
Estabas realmente preciosa cuando te miraba provocándote una vez más.
Me aflojé entre tus brazos presumiendo que te quedarías toda la noche mirándome.
Y por la mañana, tanto la chica mala como la buena se marcharon juntas con un portazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario